Desde la edad media, esta creencia ha sido documentada en territorios amplios que van desde el Mediterráneo y el Cercano Oriente hasta Europa (Inglaterra, Escocia, Portugal, Irlanda, Italia, Francia, Escandinavia), Asia, África y América Latina, donde se le reconoce en países como México, Guatemala, Argentina y Puerto Rico.
Aunque no se conoce con certeza sus orígenes, el simbolismo del ojo, considerado el “espejo del alma”, está presente en diversas culturas, donde también se le asocia con el peligro la maldad y en algunos casos la envidia.
Esta creencia sostiene que una mirada puede causar daño a personas, animales, plantas u objetos, ya sea de manera consciente o inconsciente. En algunos estudios se atribuye este poder a factores naturales o a causas sociales, como la envidia, una emoción que se asocia con la intencionalidad de desear el mal a otros.
La forma de curar el “mal de ojo” varía según la cultura. Algunas emplean amuletos, símbolos geométricos, objetos brillantes, la media luna, el hierro al rojo vivo, la sal, la piedra de alumbre y el agua. También se utilizan remedios caseros como el aceite de alabastro, romero, ruda, alcanfor y vinagre; metales preciosos como el oro y la plata; minerales como el ámbar o el azabache; y ciertos rituales que incluyen un huevo, un poco de alcohol y un vaso con agua pura.
En Ciudad de México es común encontrar en los mercados una semilla vegetal llamada “Ojo de Venado” atada con un cordón rojo, que a veces incluye la imagen de un santo católico.
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